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La Montaña Orgullosa

Actualizado: 11 abr 2022


Esto ocurrió hace mucho tiempo. En un planeta pequeño, muy joven, completamente liso, al cual le brotó una montaña que creció hasta quinientos metros de altura, muy pequeña. Así estuvo alrededor de un millón de años, pero en ese tiempo comenzaron a surgir en la llanura otras montañas de menor tamaño.


La primera montaña, irritada por la pérdida de su dominio, hizo grandes esfuerzos y creció trescientos metros más. Y a medida que transcurría el tiempo, crecía unos metros en proporción a su orgullo, hasta que observó que en sus cumbres ya no había vida a causa del frío y de los fuertes vientos, mientras las otras montañas eran acariciadas por suaves brisas y cubiertas de árboles donde anidaban diferentes tipos de aves. ¡Qué envidia!, pensó la gran montaña.


Finalmente, no pudo aguantar más y estalló convertida en un feroz volcán, envenenó el aire, mató toda vida, desoló sus propias laderas, secó y arruinó todas las demás montañas. Pasada la furia, se dio cuenta de su obra y apagándose inmediatamente se sintió muy arrepentida.


De sus laderas brotaron lágrimas en forma de fuentes purísimas a cuyas aguas fueron a beber todo tipo de aves, y con ellos llegaron las semillas.


Volvió a brillar el Sol cuando se disiparon las cenizas. Como su tierra era nueva, salida de las entrañas del planeta, rica en minerales y gérmenes de vida, la montaña se hizo pronto hermosa, muy verde y adornada de nubes que le dieron sombra y caricias.

Su vida contagió a las otras tierras. Así, se fue convirtiendo en un frondoso valle con caudalosos ríos y frondosos bosques que perduraron por siempre


Existe aprendizaje para todos. Hay momentos como la montaña que una vez fue egoísta, todavía hay tiempo para florecer. A veces estamos a punto de volvernos volcanes feroces, pero se puede evitar llegar más allá, ya que nunca es demasiado tarde si actuamos hoy con humildad.


Con edición para Eduardo Contigo



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